viernes, 19 de junio de 2015

Los cuidados


Este es mi poema sobre lavar los platos,
todo lo que cominos ayer
con las burbujas de un detergente azul,
se va, pero no son estas cosas las que pienso cuando paso la esponja

Uno ronda la pila de platos como un gato vacilante,
que quiere y no,
entre el deseo de que las cosas estén ordenadas, casi permanente
y el deseo de que las ordene otro

Pero la decisión, ah, el momento de la decisión
es poderoso,
se abre la canilla y a la pila de cosas sucias
se le empieza a dar sentido

Los vasos por un lado, y primero, porque van abajo en el escurridor
son mi parte preferida
después los platos, uno por uno, los más difíciles están engrasados y requieren
dos pasadas a veces, pero no son estas las cosas que pienso mientras lavo los platos

Al pasar a las ollas, a los tappers, la montaña de cosas limpias va creciendo
y yo soy una experta en hacer esa montaña
también, en dejar lo más feo para el final: los tenedores
cuchillos y cucharas, cucharitas que usamos por montones, como si fuéramos veinte

y no tres los que vivimos
acá. Las manos bajo el agua
se enjuagan y enjabonan tantas veces como los platos mismos, se lavan mil veces
y la piel, con el agua, se seca.

Lavar la pileta, enjuagar la esponja, tapar el detergente
-por favor no lo olviden-
son los últimos pasos, los que distinguen al lavador interesado
del que se deja llevar por la desidia, la mala gana, el “por qué”,

“¡Por qué otra vez, tengo que lavar yo!”, “¡Por qué la vida consiste en lavar platos!”, 
“¡Por qué lo que lavamos
ya se ensucia!”, y en el colmo del existencialismo,
alguien que llegó tarde le acerca una taza para lavar, la deja casi con pudor, o miedo

al costado de la pileta. Esto no termina más
y no termina,
empieza todo el tiempo.

En la circulación
de la pileta al escurridor a la alacena, y después a la mesa, y vuelta a la pileta
se nos están pasando nuestros días

pero no son estas las cosas que pienso
mientras lavo parada frente a la pileta.