Ahora vamos para allá. No sabemos por qué, en lugar de
pasear para el lado del centro paseamos para el otro lado. Pero no el otro lado
más allá, afuera, alejándose de la ciudad para buscar una pureza esquiva. No:
más allá del barrio, donde no nos espera más que otro barrio, peor o más feo.
No hay nada en Pompeya que justifique un paseo, o sí lo hay.
Una iglesia, un puente, un Frávega. Ya fuimos varias veces y cuando la tristeza
llega a su punto máximo, o a veces solamente un poco más acá de Puente Alsina, tomamos
el 28 y nos volvemos.
Por Caseros y más allá del parque, Avenida Sáenz puede ser
el camino que nos lleve a destino. Esta vez elegimos Almafuerte. Con paradas en cada juguetería de
esas que abundan en el barrio: de un lado de la vidriera chiches, del otro
bazar. Pero no compramos nada.
El parque está, como poniéndole punto final a una zona. Marca
el inicio de otra sucesión de plazas y hospitales: el que parece un
transatlántico blanco, enorme, con autos estacionados alrededor. Después esa
manzana que es casi un descampado, pasto y el suelo ondulante, y después otro
hospital, más gris. Y otra plaza.
Me parece que puedo tomar estas cuadras y plegarlas, así,
una punta sobre otra para que los hospitales de allá, el Garrahan, el Udaondo,
se toquen con estos otros. O con el hospital Muñiz, detrás del parque Ameghino,
ahora pintado de blanco y turquesa.
¿Quién sabía que todo esto estaba acá?
Es el fin de la tarde y en un restorán peruano preparan las
mesas, me meto para pedir un flyer o un imán. Las cortadas silenciosas que
parecen un refugio para los que buscaban tranquilidad de barrio y casas
antiguas para reciclar se terminaron, Parque Patricios se termina también. En un
punto impreciso, o quizás no tanto.
En una sensación: la que va de las casas antiguas cada vez
más escasas, los árboles que hacen sentir su ausencia cuando todo se vuelve más
gris, a esta avenida que lo va dejando todo atrás, con escala en el Ejército de
Salvación.
Ahí, donde se cruza en la acumulación de muebles viejos,
ropa clasificada con rigor, en un recinto enorme, la necesidad real de las
familias que van a buscar una heladera que ande con la necesidad de estilo de
los chicos y chicas que van a buscar una Siam. Un tocadiscos, un mueble que
parezca retro.
(...)
(...)
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